¿Cuántas veces he paseado por las calles del centro de Madrid, por mi barrio, por las de un país extranjero o las de cualquier otra ciudad de España y he visto a personas sin hogar en ellas? Hombres y mujeres cuyos nombres solo saben ellos mismos, Dios, Alá, Shiva o a quien adoren y tal vez sus compañeros de la calle. Personas en las que pocas veces te fijas en sus ojos, prefieres no mirarles, no piensas en lo que les puede haber llevado a dormir a la intemperie, en si alguna vez han sabido lo que es el calor del hogar…
Desde hace poco más de un año ya no veo a un sucio vagabundo durmiendo entre cartones, a una rumana pidiendo a la puerta de una iglesia que tal vez pretenda timarme, a un borracho tirado en la acera que será su cama esa noche.
Veo al hombre que ha sido arrastrado a un cobijo hecho con lo que ha encontrado porque la vida lo ha tratado así de mal, a la madre que no tiene más a lo que recurrir que a pedir limosna, a aquel que se da a la bebida porque necesita olvidar que no tiene a donde ir.
Y desgraciadamente no son todos los que vemos. Hay una cantidad de gente sorprendentemente grande que lo pasa muy mal económicamente y en apariencia son tan normales como cualquiera de los que estáis leyendo esto ahora mismo.
Un grupo que ha crecido con rapidez a causa de la crisis. Se ven sin trabajo, sin casa y viviendo en hostales o pensiones de mala muerte que pueden pagarse gracias a una escasa pensión, pero luego no tiene que llevarse a la boca. Techo a cambio de renunciar a comer algo caliente. Personas mayores, ancianas ya, otros son adultos con media vida por delante pero sin poder disfrutarla y otros son tan jóvenes…Españoles y extranjeros.
Aquí entra Sant’Egidio.
Fragmento sacado de su página web:
La tercera "obra" característica de Sant'Egidio, auténtico pilar y compromiso cotidiano desde los comienzos, es el servicio a los más pobres, vivido como una amistad. Los primeros estudiantes que en el '68 se juntaron en torno a la Palabra de Dios, sintieron que el Evangelio no podía vivirse lejos de los pobres: los pobres como amigos y el Evangelio como buena noticia para los pobres. Nació así el primero de los servicios de la comunidad, cuando aún no tenía el nombre de Sant'Egidio: la escuela popular, que se llamaba así por que no eran solo clases particulares para los niños marginados de las chabolas romanas del "Canódromo", en la zona del Tiber al sur de Roma. Desde entonces las escuelas populares se han multiplicado en Roma y en todas las ciudades en las que está presente la comunidad, con una atención particular a los niños más desfavorecidos y que viven condiciones más difíciles.
Esta amistad se ha incrementado con otros pobres: minusválidos físicos y psíquicos, personas sin hogar, inmigrantes, enfermos terminales. También se ha llegado a otras situaciones: cárceles, asilos de ancianos, campamentos de gitanos, campos de refugiados. A lo largo de estos años se ha desarrollado una amistad hacia otros tipos de pobreza, vieja y nueva o emergente, como en pobrezas no tradicionales tales como la que se da en muchos países europeos en los ancianos solos, también cuando no tienen excesivos problemás económicos.
Sant'Egidio se identifica con sus hermanos más pequeños y con todos los pobres, sin excepción, que por esto son los familiares de la comunidad con pleno derecho. Allí donde hay una comunidad de Sant'Egidio, desde Roma a San Salvador, desde Camerún a Bélgica, Ucrania o Indonesia, existe siempre la amistad y familiaridad con los pobres. Ninguna comunidad, ni siquiera la más joven es lo pequeña y débil como para no poder ayudar a otros pobres.
Puede sonar mucho a una labor que lleva a cabo la Iglesia o algo así, pero no eso. Es una comunidad de laicos (el otro día nos preguntaban que qué era un laico: Referido a una persona que no es sacerdote ni pertenece a ninguna orden religiosa. Referido a una escuela o enseñanza, que no sigue los principios de ninguna religión.) que hacemos esto porque es nuestro modo de ayudar, de aportar un poquito a la sociedad.
Llevamos la comida que preparamos en el local de la comunidad a un punto ya acordado donde nos esperan todos nuestros “amigos de la calle”, y allí la repartimos. Si hay ropa donada también se lleva. Luego charlamos con ellos, dejamos que nos cuenten su semana, sus problemas o tenemos las charlas más variopintas que se puedan imaginar.
No se queda aquí, Sant’Egidio lucha contra la pena de muerte, tiene “La escuela de la Paz” a donde acuden niños a los que se les ayuda con sus estudios o simplemente a para estar acompañados porque no son de muy buenos hogares que se diga. Todo esto se hace alrededor del mundo ya que la comunidad está en 70 países en los que colaboran los voluntarios.
Y ayer no vino uno de esos amigos, Nacho, lo cual me preocupa porque la semana pasada me contó que estaba teniendo problemas con el dinero…A saber que ha sido de él. Denxo volvió a desearme “Feliz fin de semana y que todo vaya bien”. Y aprendí que como contestación a “Sucra” (gracias en árabe) vale con decir “Sucra” nuevamente.